julio 29, 2009

Chorizos a la sidra.

No me queda ni una gota de sidriña, debió responder Mármara tras la petición de cena del par de terremotos procedentes de la capi. Como la noche anterior ( ¿o fue hace un par de noches?) habían cenado algo complicado de digerir (lechuga y tomate) Mármara tiró de ese par de alimentos (ligeros) que una siempre tiene en casa: patatas y huevos. Cual universitarias tras una noche de resaca, pero antes de ésta, se liaron a pelar y freir lo que a eso de la medianoche iba a ser su cena.
Eso me contaba la reina de Xagó entre risas y retorcijones la mañana posterior al suicidio gastronómico.

Os debéis estar preguntando que qué demonios hago yo haciendo crónica ajena, pues aprovecho que las blogueras con gancho no actualizan para intentar quitarles a sus lectoras, aunque sea en un par de posts este verano... Además, les hago una llamada de atención a Farala y a Kali, que, aunque no me conocen, he de mandarles un mensaje: la semana que viene iremos otra tanda de blogueras al epicentro bollosferil, y nos gustaría no tener que ver a Mármara y a Marcela tiradas en un sofá bebiendo manzanillas y mentas poleo.

Por otro lado y respondiendo a la pregunta de la dueña del Cascai,le adjunto una lista de las cosas que queremos hacer la gallega y yo en Asturias:

- Bañarnos en Xagó con sol y perros.
- Conducir el Cascai por mitad de un monte, a ser posible con charcos.
- Jugar al escondite en los tubos.
- Conocer a Marcela.
- Jugar a la Canasta.
- Verte después de un año.



julio 23, 2009

julio 18, 2009

Parte VI

No la llames loca. Contarás mañana en el instituto la historia de la loca y así la verás diferente, te sentirás a salvo. Te consideras cuerda aquí, oyendo la historia de una persona que ha ido a tirarse justamente por el hueco de sus escaleras esta noche, y crees que eso te da derecho a situarla al otro lado. A los locos se les encierra en los manicómios con las paredes pintadas de blanco y se les habla despacio, como si no se comprendiera que para nada quieren volver a este otro lado, que somos nosotros los que no comprendemos el miedo a despertar, al punto y aparte y seguimos detrás de la mirilla. Cualquiera de nosotros hubiera hecho lo mismo. ¿O aguantas tú el tiempo? ¿no te rompes cada vez que migran los pájaros? ¿cuándo aparecen bajo la piel de tus manos ramas azules? Entonces eres tú la loca, si no intentas con los dientes parar el engranaje, o lo ignoras. No es tan difícil cruzar la línea delgada y precisa que separa la noche de la mañana, teatro y poesía, un cuento, cada uno de los días del momento en la escalera, el espacio preciso donde olvidamos nuestras alas. "Me perdí volviendo a buscarlas", llorabas, no mires hacia abajo, por favor, no llores.

Nadie escoge el muro contra el que se da de cabeza, la puerta que arremete una y otra vez, ven conmigo, hasta cien, para abrirla -seguro- a la siguiente, las encontraremos, no llores, sin darse cuenta de que quizás ya esté abierta, ven conmigo, quizás ni siquiera exista. Llaman locos a quienes buscan sus alas para llegar hasta las estrellas y no conformarse con la luz de una bombilla... (a estás horas aún no sé, y tú tan lejos) llaman locos a quienes continúan comprobando ecos (si prefiero o no que amanezca) mareas (quién dijo que el tiempo no existe si lo cogiste con la mano, parques, gorriones, verjas de hierro) a quienes entienden que las casas tienen que tener chimenea, una sola, y la otra en octubre, tantas veces vencido volvió para alzarse sobre los días que sin duda pasan sobre el suelo que una vez sentimos firme, la cogiste con tanta fuerza que...

Podría quedarme a contarte cómo sus pasos seguían unas huellas prefijadas por alguna mano hábil sobre las baldosas amarillas ocultas en la acera, o de la luz levemente azul que sucumbía en cada gesto, o de cómo su sombra giraba bajo la hilera de farolas a la misma velocidad en que dan vuletas los peces en las peceras, del modo en que aún no habías llegado y ya sabías que estabas cerca, pero amanece.
Me encanta verte medio dormida... buenos días... después de todo no tengo muy claro si pertenece esta historia a este cadáver, pero es cierto que hablé con esta chica en alguna ocasión. Lo demás no se muy bien de dónde lo he sacado. No me mirés así, ni tú ni yo teníamos nada mejor que hacer esta mañana de domingo.


julio 17, 2009

Parte V

Poco a poco, no digo que sea el tiempo, quién lo menciona, pero es cierto, poco a poco la percepción aumenta, ante las malas vistas ponemos visillos, cada año más frío y cada vez cuesta más despertar, aún de noche en invierno, notar el colchón ahuecado bajo las caderas y el peso leve de las mantas, desde por la mañana tarde, a deshora, y aún así esperar algo, eso mismo que los otros, supongo, una caja de música tapizada por dentro de espejos convexos y una bailarina, por supuesto, en el centro, el hecho es que la percepción aumenta y tal vez por eso que nos vamos quedando más solos. En los pueblos esas cosas se notan, todos son vecinos. Una vez fui a su casa a ver unas cintas. Elvirita bailando, el cumpleaños de Elvirita, cuando Elvirita, mira qué mona, quién iba a pensar..., cuando Elvira cumplió cuatro años, y después los dos niños frente a la cámara, quietos, mentalizados a intervenir en el vídeo familiar, es otoño y sonríen nerviosos, de pronto el mayor da un empujón a la cría que se cae al suelo de lado y tiesa, se ríe, no saben bien por qué y luego no reacciona cuando su hermano la coge por una pierna y la arrastra corriendo orgulloso por la calle cubierta de hojas. Tal vez sea por el tiempo que no nombro, que nadie nombra porque no puede, la diferencia entre mirilla y cerradura, después de todo a él que más le da que lo escriba con minúscula, minúscula venganza a no poder nombrarlo, cómo volver a decir invierno, qué raro que nos guste dormir con otro, no sólo a nosotros, Elvira, lo que tú entendías por salvarse, cuando se está más indefenso poder tocar, y quién va a decir que eso es mentira.

julio 16, 2009

Parte IV

No la juzgues, no puedes sin más haberla entendido, no basta con verla... por ejemplo, no es que le gustaran especialmente las cometas, pero si veía una tienda de cometas enseguida quería comprarse una con forma de tortuga, o cambiársela al dependiente por un par de zapatos azules o pasar el resto de su vida vendiendo cometas. Decía siempre adiós para no despedirse, para quedarse otro rato, era de esas personsas que no distinguían el día y la noche hablando de la luz o tiempo, probablemente se hubiera quedado un rato callada o hubiese mencionada al sereno, que sabe seguro cuando se produce el cambio y guarda además las llaves de todas las casas...

A veces recordaba cuando estuvo en la playa, por un olor que encontraba de pronto, o porque descubría en Santo Domingo una paloma más vieja o más torpe, o que por cualquier motivo le costaba volar y entonces algo se le rompía ahí dentro. Se esforzaba en hablar de otra cosa para olvidar la bruma de su garganta, porque todo lo que vio quedó sólo en eso, en momentos que le asaltan a veces y se sumen después en la penumbra que los guarda.

¿Qué si tenía amgios? Debía de tenerlos. Por lo menos, gente alrededor seguro. No van a creerme, era muy alegre.
Observaba el marcarse de los pómulos y la línea del contorno en el perfil concentrado, ya ven, trataba de saber sólo al mirarte la postura en la que dormías, la forma de tu miedo.

Elvira verde, Elvira blanca. Pequeña, circular en la mañana. Cómo me gusta cuando te tiembla la mano y miras hacia abajo. O cuando dejas de llorar y se te quedan las pestañas llenas de lágrimas chiquititas, y sonríes desde allá lejos. Cuando no te das cuenta de que Carmen te está hablando, cuando te explica y gesticula como sólo ella sabe y tú haces exactamente las mismas preguntas que hace unas semanas y desconectas en las respuestas igual que haces siempre.

Te diré que de ella, todos perdimos algo. Algo ocurrió, quizás a eso lo llaman crecer, a no preguntarse qué dices sin voz ni gesto, a no mencionar el por qué de haberse habituado.
Hace ya tiempo que la vi, sí, cuando andaba por esa acera. Aunque no responde, sigue mirando las cosas con el brillo claro de quien sabe que el que vuela alto cae desde muy arriba y sigue a ras del suelo, como un apenas, como puntos suspensivos.
Los amigos nos observamos desde lejos, nos suponemos mas bien; sin embargo a veces nos preguntamos si volverá a amanecer y enseguida nos calmamos al ver que ni una hoja perturbó su voz, incapaces de separar su controno del aire. Entonces empezaría, supongo, otra vez a presentarse con su nombre, a saludar de forma neutra y cordial y a tratar de averiguar el efecto de la palabra que se entrega, los resortes que moverá en el recuerdo ajeno, lo que fue tanteado por mi mano temblando, mejor no pensarlo, hagamos un trato, un juego, no pensar, quien piense pierde.

julio 15, 2009

Parte III

Bueno, el caso es que lo que pensara en ese momento, lo que ocurrió en su cabeza, pudo ser cualquier cosa, el resquicio del recuerdo del parque, el contraluz de una silueta, paró quizás una sola vez en la acera, se quedó quieta apenas el momento ignorado en que se apagan las farolas, la empujaron, le impusieron prisas, atascos, gritos, horarios, la ciudad que se abre como una flor y luego cae en silencio, y campanada, ciu-dad, se desformó en una mueca y quizás entonces no entendió, quizás llegó a la quieta y sola certeza de saberse otra vez, quizás hubiera dado todos los charcos con luna para que ese tiempo no hubiera pasado.

Puede que sea un destello lo que después ya siempre se añora, la hierba entre los raíles, hacerte despertar justo cuando comienza el mar tras la ventana, el instante huidizo perdido ya de tu gesto, una palabra con mayúscula, de esas que quizás no tengan forma o sonido y ocurre sin embargo como la lumbre inmensa de una vela, de esas que cuando se terminan no se caen y se rimpen con estrépito como un andamio o un tejado, qué raro, te has fijado, los días que llueve este invierno no dejan el cielo oscuro, queda amarillo, el caso es que se deshacen, se deshilvanan, se escurren para volver a la arena donde las encontramos.

-Vale. haz una pausa, ¿algo confusa? No es necesario que vislumbres siquera el sentido de cada frase. Te ves a ti misma sentada oyendo una historia que empieza a incomodarte y dudas si tienes enfrente a una actriz, una loca o un títere ahora caído y pensativo.
Venga, seguimos. Fija la vista en el otro extremo levemente iluminado, vacío. Por tu cabeza vez pasar a una chica con una carpeta negra y olvida que es de noche pensando como se parece, sí, a esa que tú y yo sabemos, hasta en la forma de andar con la nuca un poco curva de quitarse de la cara el pelo oscuro.


julio 14, 2009

Parte II

Pensaste quizás que la próxima vez que los demás se reunieran para juntar sus huellas tú no podrías poner ya nada, porque las tuyas quedaron rotas, ajenas. Perdiste, tal vez, las ganas de soplar pompas, de avivar con las manos molinillos de viento, de esperar el correo. Es sorprendente, no lo niego, negarse a encajar en un nombre, en un papel que desempeñar con todos, el que esperan que escojas y rechazar por tanto el resto; olvidar que se trata de la misma persona buscando la mañana por las calles, la misma persona viendo la llama brotar figuras, haciendo carreras de charcos y riendo a gritos, aprendiendo desencuentros, contando en voz baja las estrellas de plástico que tienes en el techo de tu cuarto.

Que las cosas se piensan dos veces, tú y yo sabemos que lo había pensado. Eso que llamas pensamiento es en realidad tan cambiante que puede transformarse o desaparecer, brotar, rendirse, algo tan opuesto a si mismo que se irreconoce, queda sin embargo englobado bajo el mismo título: pensamiento. Y tú hablas de ello como si fuera un tomate o una silla, algo que desde luego hay que tener y mencionar de vez en cuando.
Se consideran pensantes, equilibrados, antes de cualquier posibilidad deciden calificarla de loca, antes de tantear en lo oscuro quién sabe hacia dónde, o qué otra cosa es pensar, ¿se han negado siquiera un momento a acoger sus dudas?, por dónde salió, dense cuenta, es mucho más fácil que tirarse al vacío, desde luego es mucho más fácil imaginar el suicidio ajeno que el propio, eso lo sabrán, supongo, eso lo sabe todo el mundo.

julio 13, 2009

A los dieciséis. Parte I

Ahora que estamos aquí solas, es el momento de contarte un secreto. Es algo que tiene que ver con la piel despintada de las barcas quietas, volcadas en invierno, con el temblor de las algas, es algo que sólo puedo contarte ahora cuando aún no ha amanecido y todavía duermes. No me negarás que esta situación, o como quieras llamarlo, tiene algo de fuera de tiempo, de espera o de pretexto, no importa, ¿tienes un cigarro?, ¿tú también? Ella fumaba a menudo, demasiado a menudo. No como esos señores que fuman en las paradas de metro y al mismo tiempo mueven una pierna o arrugan el entrecejo. A ella le gustaba que el humo saliera por su propia inercia, sin tener que soplar mecánicamente pero era tal su ansiedad que lo expulsaba rápidamente para dibujar en el aire un muro de nada a su alrededor.

También en esta historia es más importante lo que la voz calla. Su pasado ocurre a la vez que el resto del cuento, lo conforma tal y como sucede, trasluce tras los silencios. Tal vez haya que pensar de qué modo somos tiempo solamente después de que se apaguen los focos, cuando el actor camino solo de vuelta a casa. A quien se recuerda entre dos versos es mejor no mencionarlo en alto, por si se desdibuja o escapa.

Tristeza. Tristeza es no despertar diez minutos antes para mirar por la ventana la luz de otra mañana repetida, el pájaro que duerme en la persiana de enfrente. Incluir la posibilidad de que tengan razón, todavía remota y esbozada apenas, siquiera una chispa de razón en esta hoguera, ahí está sin embargo, ahí quema; repetir el asco ensayado con que apagas la colilla y saber de alguna forma que es cierto, se hace tarde, es eso lo que nos hace tener miedo o quedarnos quietos, mirar hacia abajo, estar lejos, dormir mal...

julio 10, 2009

Tengo por costumbre hacer revisión y limpieza de papeles siempre que se acerca la fecha de mi cumpleaños. Este año lo he hecho más detenidamente, pues tras la levantada de peso que me han dado en las oposiciones (con y sin razón) debo mirar cómo era hace años, con qué dificultades me encontraba a la hora de estudiar (cualquier cosa que no fuera música) y cuales eran mis motivaciones.
Ayer no pude menos que sonreir algo tristona cuando di con algo que escribí al terminar el instituo. Años más tarde, cuando finalicé el primer año de magisterio, puse una nota al final de ese texto: "nada ha cambiado". Hoy, nueve años después, algo ha cambiado en mi para bien, pero el sistema de evaluación sigue igual.


Dias estériles, perdidos, irremediablemente perdidos, pasados en medio de una nubosidad y una divagación sin fin. La dificultad para concentrarme en cualquier cosa que no sean sonidos, me da fiebre. Si toda la vida es como esto que se llama juventud, es una triste vida... ¡vida insoportable! (vaya una dramas estaba hecha).

Hago balance seriamente. Seriamente no implica una hipocresía inicial. Quiero decir, que dentro de mis posibilidades, estoy dispuesta a escribir claro.
No tengo ninguna conidición para la amistad. Sólo quiero a las personas que me puedan enseñar algo -y un momento a las que me distraen-. Las efusiones y atenciones ajenas me producen el efecto de una vejación. Los elogios me dan fiebre. Las perfumadas amabilidades del profe de Historia, me sublevan. Si fuese rica y pudiese tener pianista, ya lo hubiera mandado a paseo. Mi egoísmo es nauseabundo e infecto.

Después de estos cuatro años en el instituto, me parece lo que se suele decir rutinariamente: que se pierde el tiempo...
A mi entender, el peor defecto del sistema, es la falsificación que produce en la sensibilidad, en la inteligencia y en el caracter. Tiende a hacer ver las cosas no como son realmente son, sino a través de un cartón superpuesto. No es un esfuerzo para pasar de lo simple a lo complejo - como la vida exige- para llegar a una cierta visión humana quintaesenciada. Es un esfuerzo para simplificar a través de la trampa sistemática... en el instituto, saber cuenta muy poco: lo principal es aprobar.





Errante, Mármara y Prófuga, gracias por vuestros mensajes, vuestra paciencia infinita y la tranquilidad que dábais con esos años de experiencia que me sacáis de ventaja.
Mármara, la letra traducida aquí