enero 24, 2012

Otra forma de hacer negocio.

No sé cómo cada vez que tenemos reunión de ciclo acabamos hablando de las monjas en general y de mi primer curso escolar en colegio católico hace ya... ¿cuatro años? Los mismos que tiene este blog abandonado...
En la escuela pública y con unos compañeros que tienen de media treinta años más que yo en edad y en experiencia, contaban esta tarde batallitas de la infancia vivida en colegios de curas y monjas. Mis padres que pertenecen a esa generación, entraron con seis años a internados y salieron directos a la universidad, hablan poco, algo de duchas frías, despertares a las seis de la mañana para rezar y algún que otro guantazo con la mano bien abierta, pero no me hablan de lo que allí aprendieron.
El caso es que una compañera ha contado una que me ha hecho especial gracia. A mi que me cuesta distinguir entre quien tiene realmente necesidad de ir al baño y quien me lo pide por despejarse un rato en el pasillo y que al final opino que es casi más importante que me lo pidan por lo segundo, de cualquier manera, no tendría ningún problema en responder si hubiera trabajado en el cole donde estudió mi compañera.
El cura que daba la misa en el colegio, vendía unas libretas que hacía él tipo Cuadernillo Rubio. Si querías salir al baño, tenías que tener hechas diez páginas de esas libretas, si la monja daba el visto bueno a esas cuentas y a esa caligrafía, salías.

Otra para no dormir ha sido la del cura que tenía un sacapuntas de manivela. Él te dejaba ir a sacar punta si te habías olvidado el instrumento, ahora luego pasabas por caja. Extendías la mano y el tipo te daba con una zapatilla.