abril 13, 2008

Palomita suelta/ cascarón de huevo

Lo siento, me ha sido imposible dedicarle un segundo a Super L. Como compensación pongo el relato todo en uno. Le paso el muerto a Morgana.

OHNENICK

Cuando introdujo la llave en la cerradura de casa, Lola sentía aún la euforia de un triunfo fácil. Dejó el maletín sobre una silla y se dejó caer sobre el sofá. Mientras encendía el último cigarrillo del día, activó el contestador del teléfono. Oía de fondo el murmullo de los monólogos de su madre (nunca vienes a verme...estás ocupada, ya lo sé...pero mira las hijas de Cati, o las de Carmen, hasta la de Pili, que es jueza, va a verla todos los días... o al menos llama, hija...el domingo a comer...tu hermano y tu cuñada con los niños...no estudia, creo que anda ennoviada), de algún colega (los informes de... creo que sería conveniente hacer un seguimiento...no olvides mandarme copia de tu ponencia) Lola miraba fíjamente al cristal de la ventana, que le devolvía el reflejo de sus ojos verdes entre las nubes del humo que exhalaba. Entonces lo oyó. Sobresaltada, pulsó apresuradamente el botón.

Pip. Volver a oír el último mensaje. Piiip.

MARCA

En apariencia, L. llevaba una vida de rutina corriente y moliente. El vecino del entresuelo al que su mujer no le dejaba fumar en casa la veía pasar todas las mañanas a las 8'11 exactamente. A las 8'16 sacaba el coche del parking, y saludaba al guarda. Y a las nueve menos dos minutos cruzaba al ritmo de Metric la puerta de la facultad mientras guardaba las gafas de sol en el bolso.

Pero claro, lo que no sabían ni el sufrido marido fumador, ni el vigilante, ni los alumnos que la miraban por la ventana del patio mientras se preguntaban como podía ser tan puta corrigiendo los exámenes es que L. de vez en cuando recibía unas llamadas nada usuales. Ni de su madre, ni de sus respectivas exes ni de la compañía del gas (las más recibidas, en ese orden. Su hermana prefería los mails.). No.

Porque L. era una superheroína. De las de capa y antifaz.

SOFÍA

En tardes soleadas como la de hoy, es fácil acordarse de aquella tarde de mayo en la que Diego decidió que le compensaba destruir la confianza de la única persona del campus que no le humillaba sistemáticamente si con ello conseguía publicar en la revista científica más prestigiosa del país. Lola sudaba, en el laboratorio de física moderna, tratando de pedir ayuda e insultando mentalmente al bedel que la había dejado encerrada pensando que un viernes a esas horas la sala estaría vacía. Mientras, el palurdo de Diego tiraba las llaves del laboratorio al lago y corría a casa, con los diskettes de L. bajo el brazo, a terminar el artículo sobre el efecto de las microondas en los partos prematuros, por el que luego le darían el premio.

Si quedaba algún alma en el campus aquella tarde, debía de estar en la cafetería, porque nadie respondía a los golpes y gritos de L. Se sentó, frustrada y cansada, y miró entristecida el generador de microondas y la cámara térmica que habían sido su principal compañía durante el último año. Sin darse cuenta de que el piloto aún parpadeaba, terminó por quedarse dormida.

BLAFUEMIA

La explosión la despertó. Quizás fuera eso lo único capaz de hacerla despertar: una intensa, luminosa y muy cercana explosión.

Ahora Lola recordaba aquella explosión y todas sus consecuencias como algo que cambiaría completamente su vida, algo que no había deseado, ciertamente. Dejó el recuerdo atrás y pulsó nuevamente el contestador, conteniendo la respiración escuchó una vez más el mensaje: “Lola, soy Diego, tenemos una nueva ameba localizada. Reúnete con Bárbara”.

No pudo evitar sobresaltarse, el recuerdo de Lucía estaba aún demasiado vivo. Lucía había sido diferente y le había dejado una huella que sentía que la estaba debilitando. No quería pensar en ello.

Acudió a la reunión con Bárbara. Lola no entendía muy bien porqué la gente no detestaba a Bárbara. Pero sí sabía porqué ella la aborrecía: era una serpiente. Una serpiente muy lista. Su genio consistía en descubrir las debilidades de las personas y servirse de ellas. Cuando todo fallaba, el chantaje acababa siendo terriblemente eficaz. Pero normalmente no lo necesitaba, era muy habilidosa.

- Lola –dijo cuando estuve a su lado. Esperé a que dijera algo más, pero eso fue todo. Había pronunciado mi nombre como si fuera una clave de gran significado.

- Bárbara ¿Cómo estás?

- Mejor que tú, eso es evidente –contestó, la fulminé con la mirada pero ni se tambaleó- ¿Cómo están las cosas?

- Eso deberías decírmelo tú

- Querida, te noto pelín arisca. Creo que deberías de alejarte de Diego–me dijo Bárbara mientras se miraba las uñas- Después de lo que te hizo.. -no quería escucharla...- Sé que me estás escuchando y no te gusta lo que te digo. Lo digo por tu bien. Ya sabes que cuando el gato no está, los ratones pueden divertirse. Piénsalo, querida Lola. Siempre me ha parecido que a ti te gusta… la diversión.

- Bárbara, cielo, no tengo ni tiempo ni ganas de que me sermonees. Diego me ha pedido que me reúna contigo y aquí estoy. ¿Es cierto que se ha localizado una nueva ameba?

- En realidad no se trata de una nueva ameba –contestó Bárbara- Se trata de una antigua: Lucía se ha escapado del psiquiátrico.

ABISMO INFINITO

...Los problemas parecían apilarse todos de golpe. La apariencia al exterior parecía la misma, pero el conglomerado de inquietudes se instalaba en el pecho de Lola amenazando con abandonar. Y encima Lucía se había escapado del psiquiátrico. Se añadía a esto el encuentro con Bárbara, que se presentaba fatal, auspiciándose bajo una fría relación en el entorno del espionaje científico a nivel internacional. Y Lola sabía todo de ella. Era una auténtica heroína, una mujer implacable, voraz, que estaba al tanto de los movimientos de la despampanante Bárbara, quien trabajaba para los servicios secretos rusos. Pero los americanos querían ganar la carrera. Y la situación provocada por la trama de las amebas llevaba a los servicios secretos de la CIA a querer estar al tanto del enrevesado cariz que estaba tomando esta trama. Y Lola, que en su profesionalidad había llegado a infiltrarse en la Facultad de Físicas como profesora, o como doctora en un psiquiátrico después, que incluso se llegó a entrometer en las oficinas de la Facultad para conocer a Lucía, y cuyos tres doctorados no escondían sus campechanas relaciones con los de su entorno, cuando ni siquiera el vigilante del edificio donde vivía sospechaba nada, absolutamente, desempeñaba una labor crucial a la hora de desenmascarar esta trama de las amebas que se había elaborado concienzudamente y cuyo único fin era hacer efectivo el más destructivo de todos los terrorismos internacionales.

Lola, la poderosa y brillante mujer espía de radiantes ojos verdes, sabía por qué le decía eso Bárbara. La conocía demasiado. Por eso, no dudó en llamar a Diego. Bueno, ya se sabe, éste es un nombre en clave. Y clave sería la llamada a Diego, pensaba Lola.

¿A quién le tengo que pasar la bola?.

ERRANTE

Sólo habían transcurrido dos días desde aquella victoriosa copa de cava. Tiempo suficiente para que las burbujas se hubieran disipado, y se encontrara de nuevo en el punto de partida de aquella carrera de locos. Locos. Todos locos. Esa aún hoy era la expresión que mejor recordaba de la reunión. Tenemos que volverlos a todos locos. También recordaba la mueca de J. cuando lo dijo. Hay cosas que nunca se olvidan.

Sí, hay cosas que nunca se olvidan.

Puso su copa vacía boca abajo mientras se levantaba. Nunca aceptaba las invitaciones de Bárbara.

- De acuerdo, es lo único que dijo.

Mientras arrancaba el coche llamó a Diego. Nombre y hombre clave. Mientras lo hacía, sonrió pensando en quién sería el responsable de asignar los nombres clave. En el cine éstos son siempre más contundentes y extravagantes. Quién fuera Dra. No, no habría 007 que pudiera con ella, entonces.

Hubo de llamar por segunda vez; nunca dejaba mensajes en contestadores ni bebía en compañía de según quien. Cuando al final puedo hablar con Diego en persona, le dijo que ya estaba al tanto de todo y que necesitaba verlo antes de dos horas. Un encuentro breve, le dijo. Un detalle. Necesitaba un detalle y no le gustaba hablar por teléfono.

Sólo faltaban diez minutos para que hubieran transcurrido los ciento veinte del plazo dado y allí estaba su judas particular. Con algunas canas de más, pero en lo demás igual que siempre: sonrisa de ortodoncia y movimientos seguros; como de broker exitoso.

De frente. Supo jugar con la historia de la ameba para poder verlo de frente. Ambos trabajaban para el Estado, pero desde aquel triste episodio de la facultad no lo había vuelto a ver. Ahora podría incluso abofetearlo o tirarle la copa encima.

- ¿Cómo estás?, dijo él, sentándose.
- Muy bien, le contestó. Seré breve, necesito saber sólo una cosa.

Llegó la camarera. Cabeza rapada y toda de negro. Ya volverán las pajaritas, pensó y sonrió.

Diego, que no la esperaba tan guapa y tan sonriente, le preguntó qué quería tomar.

-Elige tú.

Tras probar ella el vino y asentir con la cabeza, las dos copas estuvieron llenas.

-Dime, qué necesitas saber. Te diré todo lo que sepa. Todo eso le dijo mientras sonreía y le daba un sorbo a la copa.
- Cuánto… y se detuvo.

Acercó su mano al hombro de Diego, mientras él la seguía con la mirada.

- Sólo era un pelo. No me gustan los pelos en las chaquetas, dijo mientras sacudía la mano en el aire en un gesto de limpieza.
- ¿Cuánto tiempo le queda a Lucía de vida? Que era lo mismo que preguntar cuánto tiempo tenía ella para resolver la cuestión.
- Cuarenta y ocho horas, contestó él.
- De acuerdo.

Mientras se levantaba, Diego la miró largamente desde su asiento. No podía creer que no hubiera sacado el asunto de la facultad y tampoco podía creer que el encuentro hubiera sido tan breve.

Cuarenta y ocho horas no eran muchas, pero sí suficientes, se dijo Lola, mientras comprobaba que el silenciador seguía estando en la guantera. Tenían que ser suficientes. Cuarenta y ocho horas, dos días, dos días desde la copa de cava, y dos días que Diego no alcanzaría a ver porque su vida valía menos que la de Lucía, y el veneno en la copa actuaría antes de cuarenta y ocho horas.

3 comentarios:

errante dijo...

cobarde!!

Morgana dijo...

jajaja vaya! por segunda vez heredo el cadáver... terminaré poniendo una funeraria... jajajaja

Ando un poco liada, así que trataré de dar respuesta en un par de días y si no pudiera con él, aviso. Lo prometo.

Gracias, seño.

Besos

Calvin dijo...

Errante: si es que se me vió venir y todo,no?


Morgana: Gracias por aceptarlo en este estado. Si la funeraria es como la de los Fisher, estaré encantada de acompañarte.