julio 16, 2009

Parte IV

No la juzgues, no puedes sin más haberla entendido, no basta con verla... por ejemplo, no es que le gustaran especialmente las cometas, pero si veía una tienda de cometas enseguida quería comprarse una con forma de tortuga, o cambiársela al dependiente por un par de zapatos azules o pasar el resto de su vida vendiendo cometas. Decía siempre adiós para no despedirse, para quedarse otro rato, era de esas personsas que no distinguían el día y la noche hablando de la luz o tiempo, probablemente se hubiera quedado un rato callada o hubiese mencionada al sereno, que sabe seguro cuando se produce el cambio y guarda además las llaves de todas las casas...

A veces recordaba cuando estuvo en la playa, por un olor que encontraba de pronto, o porque descubría en Santo Domingo una paloma más vieja o más torpe, o que por cualquier motivo le costaba volar y entonces algo se le rompía ahí dentro. Se esforzaba en hablar de otra cosa para olvidar la bruma de su garganta, porque todo lo que vio quedó sólo en eso, en momentos que le asaltan a veces y se sumen después en la penumbra que los guarda.

¿Qué si tenía amgios? Debía de tenerlos. Por lo menos, gente alrededor seguro. No van a creerme, era muy alegre.
Observaba el marcarse de los pómulos y la línea del contorno en el perfil concentrado, ya ven, trataba de saber sólo al mirarte la postura en la que dormías, la forma de tu miedo.

Elvira verde, Elvira blanca. Pequeña, circular en la mañana. Cómo me gusta cuando te tiembla la mano y miras hacia abajo. O cuando dejas de llorar y se te quedan las pestañas llenas de lágrimas chiquititas, y sonríes desde allá lejos. Cuando no te das cuenta de que Carmen te está hablando, cuando te explica y gesticula como sólo ella sabe y tú haces exactamente las mismas preguntas que hace unas semanas y desconectas en las respuestas igual que haces siempre.

Te diré que de ella, todos perdimos algo. Algo ocurrió, quizás a eso lo llaman crecer, a no preguntarse qué dices sin voz ni gesto, a no mencionar el por qué de haberse habituado.
Hace ya tiempo que la vi, sí, cuando andaba por esa acera. Aunque no responde, sigue mirando las cosas con el brillo claro de quien sabe que el que vuela alto cae desde muy arriba y sigue a ras del suelo, como un apenas, como puntos suspensivos.
Los amigos nos observamos desde lejos, nos suponemos mas bien; sin embargo a veces nos preguntamos si volverá a amanecer y enseguida nos calmamos al ver que ni una hoja perturbó su voz, incapaces de separar su controno del aire. Entonces empezaría, supongo, otra vez a presentarse con su nombre, a saludar de forma neutra y cordial y a tratar de averiguar el efecto de la palabra que se entrega, los resortes que moverá en el recuerdo ajeno, lo que fue tanteado por mi mano temblando, mejor no pensarlo, hagamos un trato, un juego, no pensar, quien piense pierde.

No hay comentarios: